Aquella transmisión en la terraza del Teatro Coliseo se transformó en la piedra fundamental de un medio que, como ningún otro, sería compañía, servicio, entretenimiento, y vehículo de información. Posibilidad de imaginación y construcción de universos propios en los oyentes. Pasaron cien años y aquella idea primigenia de Los locos de la azotea sigue tan vigente como entonces. Un 27 de agosto, pero de 1920, Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza concretaron esa propuesta aventurada transmitiendo, en directo, la ópera Parsifal de Richard Wagner. Nacía la radioa partir de un acontecimiento pionero en el mundo. Una década antes, para el centenario de la Revolución de Mayo, el italiano Guillermo Marconi había presentado en el país el “telégrafo sin hilo”, un antecedente cercano a la futura radiodifusión.

¿Quiénes eran los “locos de la azotea?

¿Qué se celebra realmente? Una escena protagonizada por don Enrique Telémaco Susini. Una travesura que las páginas de historia se encargaron de adornar con romanticismo. El médico entrerriano, hijo de un cónsul argentino en Viena, se divertía como cualquier hijo de vecino. Con su grupo de amigos y un sobrino (César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mugica) hizo peripecias para colocar antenas en edificios. “Niño bien”, “Enriquito” había viajado a Francia, a estudiar “los efectos sobre las vías respiratorias de los gases asfixiantes de la Guerra”, y había vuelto con extraños “chiches” nuevos: equipos de radiocomunicaciones.
Junto a su grupo, Susini transmitió Parsifal, de Wagner, desde el Teatro Coliseo, e inauguró la historia de nuestra radiofonía. “Raros” a los ojos de la época, los muchachos fueron apodados “Locos de la azotea”

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